(Para los que no pudieron leer por razones de no-entendimiento a mi técnica utilizada esta vez)
Luego del adiós ya no queda más que resignación.
Ansias locas de verse y tocarse vienen a atormentar la oquedad que ha quedado. Sentirse, besarse, estrecharse entre los brazos; satisfacer sólo uno de estos apagaría el ardiente deseo de estar junto a aquella persona, mas no se puede, y ese saber de que kilómetros separan es algo inevitable que viene a empeorar aún más la angustia que la partida ha dejado.
Mira a su alrededor, un radiante sol ilumina el cielo y el paisaje circundante; un verde esplendor recorre los más recónditos lugares, pero no le interesa, no quiere estar ahí. Tampoco estaba sola, acompañábanle extraños seres; lo sabía porque escuchaba sus voces.
Ausencia, razón de su ansiedad; todo le era monótono, inclusive el día, que antes disfrutaba, ahora le era indiferente, como una mancha más del camino.
Quería gritar, huir, salir de algún modo de esa desesperación en la que se encontraba, mas tenía que contenerse. Cómo detener el tiempo y volver a los minutos previos junto a su amado, donde la distancia no era razón de su desdicha...
Ahora sufre, sólo le acompañan las caricias invisibles, las palabras ya pronunciadas y el sabor de sus besos ahora distantes.