Rostro del deseo
Henchido de pretensiones mocetas;
concentrado, seguro, raudo,
excitado comienza su danza de macho recio, enhiesto,
su mirada fulminante y concentrada
irradia el deseo de su piel lozana,
deslumbrando a la hembra y fijando el fin que busca;
y dejándose llevar por aquel,
vigoroso funde su reciedumbre en ella,
sus manos se transforman en pulpos humanos
y su cuerpo ensimismado adquiere un tono de piel bruñida
que recorren la ruta femenina y hacen caer rendida a la hembra.